Si tuviese que definir el estilo de las piezas que constituyen Ítaca, diría que se trata de un “mi-tango”, un tango íntimo, la música de mi ciudad imaginaria. Es una ciudad de la que vengo y a la que, in fine, siempre vuelvo; una ciudad que llevo en mí y que voy inventando y forjando. La música de Ítaca es la de un lugar cuyo nombre no es lo que importa; lo que cuenta, como en el poema de Kavafis, es el periplo que emprendemos, cuando la dejamos para reencontrarla sin cesar, muchas veces, allí adonde menos lo esperábamos.

Este álbum no existiría sin la complicidad de cuatro grandes músicos y amigos. Las composiciones son en gran parte el fruto de nuestros numerosos conciertos y viajes a través de varios continentes, de nuestros no menos numerosos festejos y celebraciones, de nuestras diferencias enriquecedoras y de nuestras similitudes improbables.

Estos poetas, estos leones con los que he tenido el privilegio de grabar Ítaca se llaman: Eric Chalan, Gerardo Jerez le Cam, Iacob Maciuca y Juanjo Mosalini.

Mi reconocimiento hacia ellos es para siempre.

El quinteto que constituimos no estaría completo sin su sexto hombre: Philippe Teissier du Cros, quien tuvo la oreja y la ciencia para grabar y mezclar este álbum. Nuestro profundo agradecimiento para con él.

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